Por MarÍa UlivI (Periodista especializada en accesibilidad , Villa Gesell)
Toda experiencia turística empieza cuando elegimos el destino y finaliza cuando logramos vivirla, disfrutarla y sentirla como tal. Ahora bien, desde ese inicio hasta el final, todos, somos parte de una cadena de servicios: desde la página en la que elegimos dónde queremos ir, pasando por el transporte, el alojamiento, la gastronomía, las excursiones, los atractivos, los lugares de compra, artesanos, servicios médicos de apoyo .
Ahora bien, cuando aparece una barrera en cualquiera de esos eslabones, la cadena se rompe, la experiencia ya no es la misma y el servicio se resiente.
Eso, ni más, ni menos, es lo que vive una persona con movilidad reducida o ciega o sorda, cuando los servicios no son acordes a su discapacidad, siente que su experiencia no puede ser disfrutada como debiera, al máximo, con alegría, sin problemas.
Cuando hablamos de destinos turísticos, debemos hablar de la cadena de accesibilidad del mismo. ¿Y cuándo se verá favorecida? Cuando cada uno de los actores de ese destino: ya sea del ámbito público o privado, entiendan la importancia de contar con accesibilidad en la hotelería, en la gastronomía, en el acceso a los atractivos, a los lugares de entretenimientos, en las veredas, en el transporte, en los edificios. Podemos contar experiencias en algunos destinos, que aplican políticas en este sentido: la Ciudad de Buenos Aires cuenta con tres mapas hápticos para personas con discapacidad visual, baja visión y adultos mayores, que incluyen las principales referencias turísticas de cada zona en braille y macro tipo, en el Parque Nacional Iguazú, casi un 90 por ciento de sus instalaciones pueden ser visitadas por personas con movilidad reducida, pero debo reconocer que falta mucho.
Para que un visitante con discapacidad perciba la calidad, este tema debe atravesar transversalmente toda la cadena turística, con planificación, con certeza del servicio que se brinda, complementando la infraestructura con formación de los recursos humanos, con actualización de la tecnología, con políticas públicas.
Viendo que son muy pocos los destinos accesibles a lo largo del país, que la hotelería no estaría viendo al tema como una unidad económica, que los gobiernos, al no tomarlo como un tema de agenda, ralentizan sus políticas con respecto al mismo, pregunto: ¿Cuáles serían los cambios necesarios para transformar el vínculo turismo-discapacidad?
Seguramente no debemos acudir a conceptos que son claros para todos: que hablamos de personas con derechos, que no hablamos de discriminación ni de desigualdad. Eso queda claro, pero si la Organización Mundial del Turismo expresa que el Turismo es para Todos, que debe ser accesible a todos, y, especialmente no debe haber barreras de comunicación, ni actitudinales. Y allí, es donde remarco mi opinión: debo considerar que la accesibilidad, es una deuda pendiente que tiene el turismo.